lunes, 12 de junio de 2017

Podría hacer pis aquí...


   Pues sí, ya era hora que, abandonando mi pereza mayestática, comentara esta obra maestra de aspecto naif e intrascendente, casi infantil, pero dotada de una sátira sutil, refinada y dulcemente maliciosa, que nos recuerda a los clásicos como Horacio y Marcial... aunque con gusto felino.  

 Su autor, Francesco Marciuliano, que dice haber tardado 30 años en deletrear su apellido italiano, es un conocido escritor norteamericano de tiras de comics,  amante de gatos y perros (sí, los hay tan esquizofrénicos) y dotado de una aguda vena humorística, aparte de un sabio conocimiento de la mentalidad gatuna, al alcance de pocos humanos.

 Poemas sobre gatos o en su merecido honor han escrito grandes poetas, como Neruda: "No hay unidad como él, no tiene la luna ni la flor tal contextura", o Baudelaire: "Amigos de la ciencia y la voluptuosidad, buscan el silencio y el horror de las tinieblas", pero poemas escritos por gatos no existen, por desgracia y más que probable complot de la envidia humana, hasta que apareció este pequeño y exquisito libro. No se asusten por su tamaño, pues contiene una gran filosofía, el pensamiento condensado de una especie perfecta. 

Si eres gato, leerlo es redundante, porque ya sabes lo que los gatos pensamos de la Navidad, los espejos, los veterinarios y los vídeos de gatos en internet. Si eres humano, déjate de chorradas y lee este libro para aprender el sentido de la vida, que soy yo. 
Serás más sabio.


Una pequeña perla:

Creo que puedo saltar ahí arriba
Quiero saltar ahí arriba
Sé que puedo saltar ahí arriba
Estoy saltando ahí arriba
Me he quedado a unos buenos dos metros 
de ahí arriba.
Ahora está todo por el suelo.
Y yo estoy aquí, preguntándome
por qué la gente se molesta 
en comprar porcelana,
si no dura una semana.

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