martes, 2 de agosto de 2016

Kamikazes, suicidas poéticos.



  Mi experiencia gatuna me demuestra que el ser humano, cuando se pone a desbarrar sobre ideales y deberes, suele caer en una violencia deprimente, paradójica consecuencia de su amor por la humanidad. Este libro es un ejemplo estupendo y bien escrito de un caso semejante, quizá el más famoso, pero a la vez el más desconocido: los pilotos suicidas japoneses de la segunda guerra mundial.

 Los autores, un occidental y un japonés, describen el fenómeno de una manera objetiva, sin caer en el dramatismo a la hora de hablar de los personajes y contar las anécdotas, que hay, y muchas, algo que parece típico de los libros de historia actuales.

 Pero, a diferencia de otras obras, esta no es un compendio solamente de historias dramáticas personales, es un resumen del fenómeno kamikaze, o más bien, como se encargan de señalar, la historia del Grupo de Ataque Especial Shinpu, que era su nombre oficial.  
 El uso de la palabra "Kamikaze" (Viento Divino) se extendió en Occidente, pero es una incorrecta, aunque poética traducción americana, de los pictogramas Kanji para referirse a estos grupos de pilotos suicidas. Los pictogramas deben leerse como  "Shinpu" (sacerdote, persona encargada de lo divino). Otro nombre poético para enmascarar la desesperación suicida. Aunque realmente la palabra más extendida en Japón para llamarlos, ahora y durante la guerra. es "tokkotai", una abreviación en japonés de Grupo de Ataque Especial.

 Los tokkotai estaban formados por voluntarios, como todos sabemos, pero solo en parte. El libro nos describe claramente como la presión social, todopoderosa en Japón, no concebía que te negaras a participar en un "ataque especial". Si eras piloto de la Armada y te pedían que te apuntaras a un tokkotai, no había elección, solo decir que sí, que deseabas ser voluntario, e ir solucionando tus cosas los días antes de despegar a la muerte. Muchos pilotos, en privado, mostraban su desacuerdo, miedo y dudas, pero ninguno vacilaba públicamente a la hora de subir al avión. 
 Vemos así las dos vertientes del japonés: la privada, humana y comprensible, siempre íntima, para familia y amigos; y la pública, ejemplar, perfecta de manual, la que siempre se impone, hasta la muerte si es necesario.

 Los tokkotai se llenaron de glamour, se proclamó que los muertos se volverían kami (dioses) que vivirían en  el templo de Yasukuni de Tokio, eran despedidos como héroes, sus hazañas se magnificaban en los periódicos... pero sus logros fueron bastante escasos. Más morales que prácticos. La mayoría de los tokkotai no llegaba a alcanzar su objetivo, derribados antes de chocar, y si lo lograban, muchas veces era más grande el impacto mental sobre el asombrado enemigo que el impacto físico. Miles de vidas de hombres, en su gran mayoría jóvenes veinteañeros, desperdiciadas en hundir unos pocos barcos, para demostrar el "espíritu de lucha del pueblo". 
 Acto de desesperación que favoreció el camino a los partidarios de lanzar las bombas atómicas para evitar una invasión sangrienta del archipiélago japonés. 

 El libro trae la primera traducción a Occidente del manual que daban a los pilotos tokkotai a principios del año 45. Resulta extraño, casi alucinante, leer frases como

"Ahora estás a 30 metros del objetivo, Sentirás que la velocidad ha aumentado de manera brusca y repentina miles de veces. Es como si una larga secuencia de una película se convirtiera en un primer plano y se expandiera en tu cara... Ahora estás a 2 metros del objetivo... Sientes de repente que estás flotando en el aire. En ese momento ves la cara de tu madre. No sonríe ni llora. Es su rostro habitual.... Ves en rápida sucesión todo lo que te ha ocurrido en tus 20 años de vida... Puede que entonces asientas o te preguntes qué ha pasado. Puede que incluso oigas un último sonido, como el de un cristal roto. Después, ya no estás más."

El libro ya vale solo por leer este manual, que el mejor resumen, sin florituras y de lectura fácil, de la mentalidad samurai.

 Es notable el apéndice final sobre los otros pilotos suicidas de la guerra mundial. Tanto los pilotos soviéticos que se lanzaban sobre los aviones alemanes, pero más por cabreo que por órdenes directas, como los pilotos alemanes, que incluso llegaron a formar un grupo al final de la guerra siguiendo el modelo japonés. Pero solo realizaron un ataque, contra los bombarderos americanos, que fue de escaso resultado y el proyecto se abandonó en el cajón. No era el mismo espíritu.

 Hay que ser japonés desde la cuna, para ingresar en los tokkotai.  

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