viernes, 16 de diciembre de 2016

"Desubicados", mi amo vuelve a la carga



 Mi amo insiste con una terquedad felina que me resulta simpática. Ha vuelto a publicar una obra en Amazon.  Otra colección de sus desvaríos a los que llama cuentos y que ha ido escribiendo durante los últimos años a salto de mata. Despierta ternura comprobar el optimismo que deposita en sus escasas virtudes literarias.
 La portada es del ilustrador malagueño Rojocuarzo, como ya es habitual. Quizá es lo mejor del libro, exceptuando el cuento del gato, que, por tener un digno protagonista, merece todos mis elogios y les obligo a leer antes que ningún otro... realmente, para ser sincero, no hace falta leer los otros.   

Les pongo el texto de presentación de la obra, para que se vayan haciendo a la idea: 


 Desubicados es una nueva colección de seis cuentos largos, donde el nexo de unión de las diferentes historias, aparte de un humor peculiar muy de la casa, es que sus protagonistas se encuentran en circunstancias que los colocan fuera de su lugar, de su época, de su planeta...o incluso de la realidad misma.
 En fin, como estamos todos hoy en día.

El agente de Is: A un agente especial de una ciudad de leyenda le encargan una misión secreta, por culpa de una pareja de jubilados.

La memoria de Aluro: Una clase magistral sobre el viaje espacial... de un explorador muy felino.

Bushido Online: Suicidarse con estilo es un arte muy difícil de acometer, pero que abre puertas insospechadas.

Un hitita entre las gabardinas: Cuando te encuentras un guerrero hitita en el armario, está claro que no va a ser un día normal.

Carta al juez: Si eres una estrella de la TV, es difícil ocultar que un monstruo vive en tu jardín.

El Visitante Inoportuno: Es poco recomendable estrellar tu nave espacial en un campamento romano.


Ahí les queda, que disfruten:

DESUBICADOS




lunes, 10 de octubre de 2016

La trata



 Llegando el otoño, mi amo piensa publicar una nueva colección de cuentos, para aumentar el sufrimiento de la sociedad actual. No puedo decir mucho más por ahora, solo que no se puede evitar y que tendrán que sufrirlo con paciencia.

 Hablando de sufrimientos, he estado leyendo un libro ameno, pero en el fondo muy tétrico, sobre la trata de esclavos.  Escrito por Hugh Thomas, en su habitual estilo narrativo, muy británico, no carente de profundidad y excelente documentación.  Es un libro que ya tiene sus años, pero plenamente vigente en sus conclusiones; que son las mismas que tengo yo sobre el ser humano, o sea, que es una alimaña que debemos controlar y a quien solo salva de la condena eterna el hecho de que nos alimente y limpie la caja de arena.

 Tras una introducción a la esclavitud desde la Antigüedad hasta finales de la edad Media, Thomas comienza a hablar de la trata de esclavos en sí, que va desde el siglo XV, cuando la comienzan los portugueses, hasta el XIX, cuando se consigue abolir por presiones inglesas, principalmente.  Su etapa de gloria serán los siglos XVII-XVIII cuando el comercio de esclavos desde África a América se convierte en la base de la riqueza de importantes ciudades europeas y crea un entramado de intereses que buscarán toda clase de excusas para un negocio que nunca se vio bien, pero siempre se consideró “necesario”. Porque, ya saben, entre los humanos  todo lo que da mucho dinero  es siempre “necesario”.
 Millones de personas navegarán encadenados en pésimas condiciones durante tres siglos, con una tasa de mortalidad en el viaje alrededor del 10%, a veces más, hacia una vida de esclavitud, a cambio de barriles de alcohol, telas, pólvora y baratijas.  Ningún país europeo se salva de este comercio inmundo, hasta Dinamarca probará con excelentes resultados. Ciudades como Nantes, Liverpool, Bristol o Burdeos basan su crecimiento económico en familias dedicadas a este negocio y todo lo que rodea su transporte, desde la construcción de barcos a la fabricación de barriles de vino, que es muy codiciado por los príncipes y señores africanos, que no dudan en vender a sus semejantes a los blancos por unos cuantos barriles.

Se construyen fortalezas en la costa africana, se libran batallas navales, se revuelven reinos enteros y se dan toda clase de justificaciones, como decir que los esclavos vivirán mejor, cristianizados en la esclavitud de las plantaciones, que libres, pero paganos, en sus tribus de origen. Toma ración de sabiduría. 
Y al final, gracias a los esfuerzos de los cuáqueros, se empieza a difundir por Gran Bretaña la idea de que la trata es inmoral, como primer paso para atacar a la esclavitud. Porque, con mucha inteligencia, los primeros abolicionistas se dan cuenta que si se suprime la trata, el gran negocio, ya no queda futuro para la esclavitud.  Así se conseguirá suprimirla en 1807, en Gran Bretaña, y luego, aunque con más resistencia de la esperada, la misma esclavitud acabará suprimida en 1833. Poco a poco irán haciendo lo mismo otros países.

A falta de negocio, ya no era “necesaria”.

 Así es la humanidad… y luego me llaman animal como si fuera un insulto  


martes, 2 de agosto de 2016

Kamikazes, suicidas poéticos.



  Mi experiencia gatuna me demuestra que el ser humano, cuando se pone a desbarrar sobre ideales y deberes, suele caer en una violencia deprimente, paradójica consecuencia de su amor por la humanidad. Este libro es un ejemplo estupendo y bien escrito de un caso semejante, quizá el más famoso, pero a la vez el más desconocido: los pilotos suicidas japoneses de la segunda guerra mundial.

 Los autores, un occidental y un japonés, describen el fenómeno de una manera objetiva, sin caer en el dramatismo a la hora de hablar de los personajes y contar las anécdotas, que hay, y muchas, algo que parece típico de los libros de historia actuales.

 Pero, a diferencia de otras obras, esta no es un compendio solamente de historias dramáticas personales, es un resumen del fenómeno kamikaze, o más bien, como se encargan de señalar, la historia del Grupo de Ataque Especial Shinpu, que era su nombre oficial.  
 El uso de la palabra "Kamikaze" (Viento Divino) se extendió en Occidente, pero es una incorrecta, aunque poética traducción americana, de los pictogramas Kanji para referirse a estos grupos de pilotos suicidas. Los pictogramas deben leerse como  "Shinpu" (sacerdote, persona encargada de lo divino). Otro nombre poético para enmascarar la desesperación suicida. Aunque realmente la palabra más extendida en Japón para llamarlos, ahora y durante la guerra. es "tokkotai", una abreviación en japonés de Grupo de Ataque Especial.

 Los tokkotai estaban formados por voluntarios, como todos sabemos, pero solo en parte. El libro nos describe claramente como la presión social, todopoderosa en Japón, no concebía que te negaras a participar en un "ataque especial". Si eras piloto de la Armada y te pedían que te apuntaras a un tokkotai, no había elección, solo decir que sí, que deseabas ser voluntario, e ir solucionando tus cosas los días antes de despegar a la muerte. Muchos pilotos, en privado, mostraban su desacuerdo, miedo y dudas, pero ninguno vacilaba públicamente a la hora de subir al avión. 
 Vemos así las dos vertientes del japonés: la privada, humana y comprensible, siempre íntima, para familia y amigos; y la pública, ejemplar, perfecta de manual, la que siempre se impone, hasta la muerte si es necesario.

 Los tokkotai se llenaron de glamour, se proclamó que los muertos se volverían kami (dioses) que vivirían en  el templo de Yasukuni de Tokio, eran despedidos como héroes, sus hazañas se magnificaban en los periódicos... pero sus logros fueron bastante escasos. Más morales que prácticos. La mayoría de los tokkotai no llegaba a alcanzar su objetivo, derribados antes de chocar, y si lo lograban, muchas veces era más grande el impacto mental sobre el asombrado enemigo que el impacto físico. Miles de vidas de hombres, en su gran mayoría jóvenes veinteañeros, desperdiciadas en hundir unos pocos barcos, para demostrar el "espíritu de lucha del pueblo". 
 Acto de desesperación que favoreció el camino a los partidarios de lanzar las bombas atómicas para evitar una invasión sangrienta del archipiélago japonés. 

 El libro trae la primera traducción a Occidente del manual que daban a los pilotos tokkotai a principios del año 45. Resulta extraño, casi alucinante, leer frases como

"Ahora estás a 30 metros del objetivo, Sentirás que la velocidad ha aumentado de manera brusca y repentina miles de veces. Es como si una larga secuencia de una película se convirtiera en un primer plano y se expandiera en tu cara... Ahora estás a 2 metros del objetivo... Sientes de repente que estás flotando en el aire. En ese momento ves la cara de tu madre. No sonríe ni llora. Es su rostro habitual.... Ves en rápida sucesión todo lo que te ha ocurrido en tus 20 años de vida... Puede que entonces asientas o te preguntes qué ha pasado. Puede que incluso oigas un último sonido, como el de un cristal roto. Después, ya no estás más."

El libro ya vale solo por leer este manual, que el mejor resumen, sin florituras y de lectura fácil, de la mentalidad samurai.

 Es notable el apéndice final sobre los otros pilotos suicidas de la guerra mundial. Tanto los pilotos soviéticos que se lanzaban sobre los aviones alemanes, pero más por cabreo que por órdenes directas, como los pilotos alemanes, que incluso llegaron a formar un grupo al final de la guerra siguiendo el modelo japonés. Pero solo realizaron un ataque, contra los bombarderos americanos, que fue de escaso resultado y el proyecto se abandonó en el cajón. No era el mismo espíritu.

 Hay que ser japonés desde la cuna, para ingresar en los tokkotai.  

lunes, 6 de junio de 2016

Relatos de un peatón sin aire



 Les presentó otra obra del agazapado David P. Sandoval, conocido de mi amo y autor de los que no se quiere hacer ver demasiado, pero que con esta ya lleva dos obras en el mercado. La otra ya fue comentada aquí.

 A diferencia de su primera obra, que era una novela, la de ahora es una recopilación de sus cuentos, una docena más uno, escritos a lo largo de los últimos años. Son cuentos relativamente cortos, alguno tirando a mediano, de argumentos variados en género y época. Desde romanos sitiados a caníbales modernos, donde el hilo conductor se agarra a una amargura escéptica y descarnada al describir la condición humana. 
  No hay héroes en estos relatos, como mucho hay idiotas de buen corazón que acaban pagando por su condición. Lo cual agradezco, pues es una visión felina del ser humano que comparto plenamente.  
 El humor negro se desliza en algunos párrafos, pero no se recurre demasiado a su bálsamo para suavizar las historias. Son crudas, algunas muy duras, en una visión de la vida sin espacio a la moralina o a un completo, o ausente del todo, final feliz. Tampoco la narración busca agradar conciencias. Otro tanto a su favor.

 En fin, también hay que destacar que la colección de cuentos no es larga en tamaño y por tanto se lee de un tirón.  Cosa de agradecer en el mundo actual, lleno de tocho-libros con más paja que sustancia, que dejan un claro poso de haber perdido la mitad del tiempo leído.

Recomendado para el verano. Abstenerse sensibles integrados.

Ah, se me olvidaba. Pueden comprarlo aquí. De paso le preguntan al autor de dónde viene un título tan curioso. 



lunes, 11 de abril de 2016

Cambio de existencia



Pues la novedad de este mes es que he muerto. 
Podía ser un poco más retórico, pero en mi opinión hay temas que no admiten rodeos y deben decirse de una forma tan definitiva como la situación a tratar.
 He muerto por una enfermedad bastante normal entre los gatos. No ha sido un proceso glamuroso y les evito detalles tristes. Digamos, solamente, que no es agradable morir... aunque tampoco es que se acabe el mundo. 
 Muchas creencias y religiones humanas niegan que los animales, incluidos los gatos como yo, tengan un alma o una esencia similar. Consideran que somos poco más que cosas que se mueven y dan arañazos. Bueno, también defienden que Dios se apareció en forma de zarza ardiendo o que lapidar mujeres adúlteras no es tan salvaje como parece. Están en su derecho a ser gilipollas. 
Yo les puedo decir ya, a ciencia cierta, que tengo alma con bigotes y que la vida no es muy diferente a este lado que al otro. Solo que en vez de vivir el tiempo, vivo la eternidad, que de largo es mucho más aburrida y tan plana de sucesos como un lago de sal. 
 Aunque decía Platón que la Eternidad es la perfección del tiempo, debo de opinar en contra de tan distinguido filósofo, porque de perfecta tiene poco: No hay atún ni galletas de buey, no hay sofás ni camas que rascar, no hay humanos que arañar... bueno, hay bastantes, pero son tan etéreos que no hay manera de marcarlos. Realmente no hay nada en la Eternidad, excepto ella misma. 
Me aburro tanto que hasta echo de menos a mi amo, lo confieso, aunque sea humillante. Sé que él estará triste y me echará de menos, lo cual es lógico, dado mi magnetismo personal, pero ya le tocará su turno, como a todos; es cuestión de paciencia, y luego podré ronronear de nuevo en su regazo, per aeternitatem, como decían los clásicos. Así que no me da mucha pena su estado alicaído. Lo único bueno de la Eternidad es que por aquí acabamos vagando los viejos conocidos.
  Además, que me haya muerto no significa que deje de escribir en este blog. Haría falta algo mucho más gordo que un hecho tan circunstancial como la muerte. Claro que donde me encuentro ahora el tiempo no es muy cotizado ni pasa muy aprisa, así que quizá lo que para mí sea un suspiro para ustedes parezca un siglo. Quedan avisados. 
 Pero seguiré dando guerra, no lo duden, comentando mis cosas y mis lecturas felinas. 

Lo peor es la falta de atún... ¿adónde van los atunes muertos?

     



miércoles, 10 de febrero de 2016

La saga de la tierra moribunda






 Andaba ya tiempo sin poner nada en mi blog. Será el invierno que a los felinos los postra en un estado de semihibernación, de estar sin estar del todo, solo sobreviviendo, en mi caso pegado a la estufa, a la espera de la primavera, mientras veo llover al otro lado de la ventana. Pero, como decía un poeta, ¿Qué sería la vida sin invierno?... Pues quizá para los humanos una vida más aburrida, pero para mí sería el mundo ideal, joder, que no hay quien los entienda.
 Me distraigo leyendo clásicos largos, que como no hay nada que hacer entre siestas y comidas, me sobra el tiempo... Dolce far piovente. En este caso, volví a uno de mis autores preferidos, Jack Vance,  En especial a una saga que escribió a lo largo de más de treinta año: "La tierra Moribunda".
 El primero, que da título a la saga, lo escribió en 1950, y el último, Rhialto el Prodigioso, es de 1986. Así que el autor se tomó su tiempo. 
 Realmente son dos libros de cuentos entre los cuales hay dos novelas, sobre un personaje peculiar, Cugel.  Podrían ser obras independientes y se pueden leer como tales, ya que solo las une el paisaje y sociedad en que se desenvuelven sus tramas.
 Las dos colecciones de cuentos, la del comienzo y la del final, tienen en común una tierra cerca de sus últimos días, con un sol purpureo que se va  apagando en el cielo y una sociedad decadente, dominada por una magia, donde abundan paisajes de ciudades en ruinas, páramos desolados, fantasmas perdidos y toda clase de extrañas fieras, muchas de las cuales parecen de origen humano. 
 Se puede decir que la humanidad vivirá en sus últimos días como en el principio de su historia: rodeada de magia, dioses, hechizos y supersticiones absurdas.  
 Vance consigue, como siempre en sus mundos fantásticos, crear una sociedad muy peculiar sin rellenar cientos de páginas. En la Tierra Moribunda la gente habla siempre de forma prudente o simulada, con respeto casi ridículo y usando la ironía como única forma de insulto. Algo propio de sociedades donde la violencia como solución a los conflictos es lo más habitual. Y lo cierto es que es un mundo muy violento, donde sobrevivir puede ser todo un arte. Así lo demuestra Cugel en los libros segundo y tercero de la saga, que están dedicados a él. 
 Es uno de los personajes más famosos de Vance, en mi opinión el más desarrollado, y el ejemplo típico de antihéroe. 
 Cugel es de aspecto normalillo, de larga nariz y adornado de un sombrero estrafalario. También es hipócrita, pícaro, astuto, ladrón, vanidoso y cruel... si no hay castigo a la vista. Es capaz de vender a una chica como esclava para poder cruzar un río en barca o matar a un simpático animal semihumano que solo le ha mojado la ropa. No tiene escrúpulos ni remordimientos, siempre se intenta imponer, porque no puede tener otra defensa si quiere sobrevivir. 
 Cugel es, en el fondo, un héroe realista para el mundo despiadado y fantástico en el que vive. En una clara sátira de los héroes de novela fantástica, que a su vez nos muestra su modernidad artificial, Vance nos presenta un héroe mucho más apropiado para los mundos literarios de magia, capa y espada. Si existen esos mundos en una dimensión paralela, Cugel debe ser su personaje más abundante. A mí me encanta su alma felina. 
Lo mismo pasa con el resto de habitantes de este mundo. Los magos, por ejemplo, son pretenciosos, despreciativos con los demás y tan humanos como cualquiera. Saber conjuros, hechizos y tener libros antiguos no les da la sabiduría, solo aumenta su desmedido orgullo, su capacidad de castigo y sus bromas pesadas.
 Se puede considerar a toda la saga solo como una sátira. si se quiere, de las novelas fantásticas de capa y espada, pero también es una versión realista, dentro de lo que cabe, de cómo sería un mundo de fantasía habitado por humanos de verdad.

Denle una oportunidad a Cugel... pero no le presten dinero.