jueves, 2 de mayo de 2013

Invadido


Mi amo me ha sorprendido con un hecho insólito que necesita ser registrado para la posteridad:  Ahora tengo una compañera en mi territorio. Una gatita blanca, ciega de un ojo y que encima cojea. Darwin no le daría muchos boletos para la rifa de la vida. Pero, como eslabón defectuoso que soy de la naturaleza,  no puedo evitar dejarla comer de mi plato cuando me mira suplicante. Creo que me he vuelto un poco humano de tanto rozarme con ellos.
 Todo empezó hace cuatro semanas, poco después de escribir aquí. Mi amo y su pareja salían a dar un paseo y yo los observaba desde el balcón, feliz de quedarme solo en mi reino. De pronto, por la carretera mal llamada avenida, pasó una furgoneta a bastante velocidad y un golpe seco, rotundo, acompañado de un alarido casi humano, retumbó en el aire.
 El cuerpo blanco de una gatita voló en perfecta parábola hasta caer cerca de mi amo, en la cuneta. Estaba para el arrastre, con un ojo salido de la órbita, la boca ensagrentada y una pata luxada.
 Yo la dejaría morir. No me pidan piedad, que soy un felino depredador y no nací para la compasión. a joderse, nena, la vida es dura, cúlpale a la selección natural, que es una psicópata.
 Pero el dilema estaba servido en la mente de mi amo. Tuvo un cortocircuito, se quedó petrificado, sudoroso y compungido,  hasta que su pareja le dijo que fuera a buscar una caja o algo para llevar a la gata a un veterinario. Entonces empezó su transformación.
 Lleva casi un mes cuidando a la gatita de marras. La ha paseado por varios veterinarios y fisioterapeutas. Se ha gastado en la salud de ese bicho lo que nunca se gastaría en sí mismo. Por ahora ha conseguido que pueda comer otra vez sola, sin dolor de mandíbula, y que su ojo no sea extirpado, aunque le quedará ciego.
Su pata delantera izquierda peligra, pero por ahora lleva bien la rehabilitación y es probable que no haya que amputarla.... o sí. Si todo va bien, cojeará el resto de su vida, pero seguirá siendo cuadrúpeda.
 Le hace ejercicios de rehabilitación en casa, le deja comer de mi plato y andar... bueno, dar saltitos, por mi territorio como si fuera el suyo. Le hace incluso mimos, a ella, a ese adefesio medio deconstruido. Encima es simpática y sociable, se deja cuidar y curar sin quejas, la fisio y el veterinario están sorprendidos de tanta cordialidad y sumisión en el trato; aprendió pronto a hacer sus necesidades en su cajita y no ensucia nada, incluso se me acerca siempre en plan cariñoso, maulla suavemente y ronronea a la primera caricia... joder, me está empezando a caer bien.
 No es justo. Mi territorio era mi reino, era mío, y ahora lo comparto con un modelo de gato disney necesitado de cariño, que duerme en mi sofá y mordisquea mi atún... mi atún, santo león de Etiopía, han mancillado mi egoísmo.
 No sé adónde va a llegar esto. Se están perdiendo las formas. Quiero maullar.
Ya les seguiré informando.