jueves, 24 de enero de 2013

Viendo llover



 El invierno pega fuerte en las ventanas de mi amo. No puedo más que alegrarme de ser un gato doméstico, subido a la estufa de gas, frente a la ventana con vistas privilegiadas del frío exterior. Me siento un dios contemplando las desgracias de los mortales. Normalmente ya me siento más bastante divino y adorado, pero en días como hoy, tan lluviosos, disfruto de la omnipotencia.
Y esto me lleva a pensar sobre la eternidad, pero para un animal como yo, que no pasará seguramente de los 15 años, le queda un poco grande el concepto de lo eterno. Así que me pongo a pensar sobre lo que Platón llamó la imperfección de la eternidad: el tiempo.
 Para algunos, guiados por la filosofía, el tiempo es la sucesión correlativa de pasado, presente y futuro, lo que es más una descripción de diccionario que una explicación. Para otros, más prácticos, el tiempo es lo que marcan los relojes y no hay que darle más vueltas o te vuelves un pedante insoportable; pero para los más inteligentes, o sea, para los gatos como yo, el tiempo es eso que te queda cuando tiras el reloj y dejas de hacerle caso.
Luego están los inclasificables como el tipo que se pavonea de ser mi amo, para quien el tiempo es una cuestión de si llueve o no y si hay que coger el paraguas. Ay, a veces, envidio su sencillez vital, es tan poética...
 Por cierto, mi amo se encuentra más animado, porque pronto publicará con sus amistades friquis un nuevo número de la revista esa, Stilus, dedicada a los tipos que se ponían faldas. Ya les informaré del magno evento.
 Por lo demás, sigue con su interminable novela, cada vez más enrevesada, con guardia civiles galácticos y personajes de utopías planetarias. Me da un poco de miedo tanto experimento.
Ahora mismo está metido en ella. Teclea que teclea con cara de vidente mareado. Yo lo miro desde mi atalaya estufera, como un dios desde las alturas, pero más calentito.
Es grande ser un felino y saber el secreto de la vida.

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