viernes, 9 de noviembre de 2012

Otoño con brotes verdes




Ya llega esa estación donde las hojas caen de los árboles hechas una piltrafa. Es ley natural y yo, como animal que soy, me gusta ser armonioso con la madre naturaleza. Así que me subo a las amadas estanterías de mi amo y le empujo los libros al suelo, como quien no quiere la cosa, ligero toquecito con las garras extendidas y al abismo con el libro. ¡Hojas, caed!
 Mientras lo hago, miro la cara de asombrosa incomprensión de mi amo. Hay que ser tonto. Si los árboles tienen hojas y les caen por estas fechas, entonces los libros, que están repletos de ellas, deben seguir el mismo destino. La naturaleza no hace distingos, solo la humanidad en su soberbia estupidez ha inventado eso que llaman categorías. Así les va. Yo me limito a ser natural:  es otoño y las hojas deben caer. Todas. Nadie podrá evitar que libere a las impedidas por los desatinos humanos. Se debe cumplir el ciclo del tiempo.
 Mi amo, preso de su ignorancia de los principios naturales, me persigue durante un rato, luego se cansa, se sienta en el sofá y ve con impotencia como me vuelvo a subir a la estantería. 
 Vuelta a empezar. Me gusta mirarle, desafiante, mientras empujo otro libro. No niego que me causa un profundo placer el ser  armonioso con la naturaleza y a la vez cabrear a mi amo. Me llama de todo: Iletrado, analfabestia, hijo de perra (eso me duele), inquisidor, censor y, finalmente, puto gato loco de los cojones.
  Pero se le pasa pronto, porque anda últimamente contento de ánimo. Después de infinitas defunciones en el mundo literario de la fantasía y ciencia-ficción, que tanto le gusta, ha surgido un brote verde. Un nuevo proyecto de antología de calidad que pretende publicar lo mejor del género en el extranjero y aquí mismo. Se llama Terra Nova.
 Mi amo dice que hay gente preparada detrás de la idea y le augura el éxito, lo cual es en su boca una profecía de catástrofe, porque mi amo no es que acierte mucho con los pronósticos. Yo diría más bien que tuerce los destinos a la perdición con solo desearles buena suerte. Es un Shiva destructor.
 Menos mal que estoy yo para devolver la armonía al Cosmos. Ahora me toca tumbar la Historia de Galicia  en treinta pesados tomos de pasta dura como el acero. Son miles de hojas que anhelan un salvador que las libere de su prisión, dejándolas caer sobre el parqué. 
No puedo dejarlas sufrir la claustrofobia de un tomo ilustrado. Otoño las reclama.

Mi amo me mira con el terror brotando de sus ojos. 

 Sí, no niego que me divierte este momento.

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