jueves, 29 de noviembre de 2012

Juguetes Peludos



Por aquí sigo, como buen gato en otoño, riéndome de mi amo y usándo su cuerpo como colchón durante las frías noches.
 El tipo ha publicado otro de sus personajes secundarios en ese otro blog que tiene compartido con friquis de la historia como él. Les he puesto el enlace por si no tienen mejores cosas que hacer en su navegueo por la red.
 Allá él y sus manías. Yo prefiero seguir filosofando, o sea, amando el sofá. Es un arte elaborado, no crean que es un simple acto de hedonismo. Los gatos somos unos artistas de la pereza que buscamos la perfección en nuestras composiciones. Por desgracia, los humanos solo se fijan y nos dan importancia por nuestros actos más chabacanos, como cazar ratones.  
 Esto viene a cuento porque hace unos días aparecieron ratones en el piso donde vivo con mi amo. Es lo malo de vivir cerca del monte, que te acaba entrando en casa.
 El primero que hizo acto de presencia causó conmoción en todos nosotros. En mí despertó mi instinto cazador, en mi amo un cabreo manifiesto y en su mujer cierto cariño por lo criaturilla roedora. Pero coincidimos todos en  que sobraba. Así que emprendimos la caza, guiados por mis facultades innatas de depredador. El roedor fue pronto localizado por mis sentidos en alerta, oculto dentro de una mesilla. Mi amo, tras darme una caricia y ponerse unos guantes, como si aquel bicho fuera un especimen radioactivo, lo agarró por la cola, lo metió en una bolsa y a continuación lo llevó al monte cercano para ser, oh dioses gatunos, liberado con todos los honores.
 Sí, ya lo sé, no debo señalar nada al tontaina de mi amo. No tiene ni idea básica de la realidad natural. Un ratón nace para ser comido o usarse como juguete, no para ser tratado como un Napoleón derrotado. Si despierta Darwin le parte la cara.
  Dos días después, el segundo ratón que localicé ya no tuvo tanta suerte. No di la voz de alarma a mi amo. Decidí darme el gustazo con él en la más agradable de las intimidades felinas. Fue estupendo. No me lo comí, porque no me gustan las cosas peludas sin denominación de origen, pero nunca me divertí tanto jugando al frontón. He descubierto que un ratón es una pelota perfecta para darle manotazos... pimba, pumba, traca... una gozada. El bichejo quería escapar, pero quedó tan atontado, ya tras el primer golpe, que daba eses y giros sin parar, cual peonza borracha, aumentando mi diversión hasta cotas salvajes. Gracias a su peludo y pelotudo cuerpo, debo reconocer que mi volea ha mejorado una barbaridad.
 Pero el desgraciado de mi amo me descubrió en plena juerga y me quitó el juguete, para tratarlo otra vez como un valiente general merecedor de la libertad en campo abierto. Ver para creer. No me extraña que la Humanidad esté en crisis económica y de valores. No tiene ya sentido natural.
 Si aparece un tercer roedor le ayudo a esconderse a cambio de que me deje de vez en cuando darle unos reveses como la naturaleza demanda. No me queda más remedio que llegar a un acuerdo con un animal inferior y potencial juguete, es lamentable, pero es que necesito mejorar ese golpe.
 Y a mi amo y sus neuras morales... que les den.


  

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