La presentación del libro de mi amo en Madrid le ha afectado su ya maltrecho entendimiento. Vaga por el piso con sonrisa lisérgica, sumido en las nubes de su ego desbocado y dándome caricias disperso en sueños de grandeza literaria y misticismo poético.
Ya caerá del árbol, uno como el que les pongo en la imagen, y de morros.
A mí, la verdad, me importa poco mientras no me pise la cola y no se olvide de darme atún. Pero lamentaría que su libro no tuviera éxito. No por cariño, que soy un gato y el sentimentalismo sin premio no lo alcanzo a entender del todo, sino porque entonces tendría que aguantar sus reproches al mundo y su queja de conspiraciones diabólicas que buscan hundir su talento. En esos momentos se pone muy pesado, me cepilla menos, me pisa más la cola por descuido y cuando duerme, se mueve como un poseso en la cama. Y como yo duermo sobre su barriga, pues me fastidia bastante. A él también, pero eso no me importa.
En fin, que si le pueden comprar Tempus Vesanicum, les estaría agradecido.
Por otra parte, mi amo también está alegre porque en Madrid encontró a viejos y nuevos conocidos muy interesantes y agradables, según comenta. Así que supongo que el mundo está más lleno de idiotas de lo que pensaba.
Noticia a destacar, por decir algo más, es que mi amo se ha puesto a escribir otra novela con cierto ímpetu, aunque con los rituales neuróticos de siempre: tocarse la nariz, mover los pies, mirarme de reojo como si fuera un fantasma... En fin, otra vez molestando a las musas. Eso sí, ahora con cara de San Pablo caído del caballo.
A ver qué le va saliendo esta vez.
Ah, por cierto, que ustedes celebran eso llamado Navidad, que aún no entiendo bien, pero parece divertido, porque va de comer, beber y hacerse regalos bajo un árbol. Pues que lo pasen bien.
A ver si mi amo es generoso y me da también regalo, que me lo merezco. Siempre me lo merezco.
Ya les contaré.