martes, 29 de noviembre de 2011

Gente del año mil.





En estos últimos días, mi amo ha leído un libro curioso que le ha despertado su gusto por la historia medieval y le ha recordado a los grandes historiadores, aquellos donde la escritura pulida y clara destaca tanto como la erudición y no se deja aplastar por las aburridas losas de las citas y circunloquios. Es Gallegos del año Mil, de Carlos Baliña Pérez, donde aparece una sucesión de personajes universales de la época, pese a su limitada localización en el espacio, que forman un cuadro de seres enfrentados a condiciones inestables de vida, por muy alto que sea su linaje en ocasiones, y que se asemejan cercanos a nosotros en deseos y esperanzas, aunque nos separe un muro de mil años.
 Desde el obispo de espuela y espada, Sisnando, decidido y bronco, que amenazó con espada en cuello a San Rosendo, un santo de su iglesia nada menos, y acaba muriendo en cruenta batalla contra los vikingos, hasta el viva la virgen Odoario, noble de segunda, que en sus últimos años de vida, pobre y refugiado en un monasterio, escribió una especie de biografía, única en su género, donde narra su azarosa vida, como el día en que vio a un rey en persona condenar a la ceguera a un traidor o cuando se fuga con una joven abadesa por la frontera con los moros.
 Mi amo está encantado de leerlo y lamenta que sea tan poco conocido.
Por otra parte, sigue suspirando por su novela próxima a publicar. A veces mira la foto de la portada en su ordenador como si estuviera enajenado. Solo mis mordiscos en la pantorrilla le despiertan. no comprende que lo hago por su bien... y porque quiero atún.

lunes, 21 de noviembre de 2011

La portada





He aquí la portada de la primera novela larga de mi amo. Se la han mandado de la editorial y ya la anuncian en su web (Grupo AJEC).
Por supuesto, está que canta bulerías con gaita y su rostro es pura felicidad hasta el empalago. A mí me ha colmado de caricias, a su mujer de piropos y a su imagen en el espejo de felicitaciones que rayan en la esquizofrenia.
 Ahora habla de una presentación de su novela en Madrid, en una librería de abolengo. Como si las librerías tuvieran títulos de nobleza. La verdad, está insoportable y esta mañana se ha olvidado ponerme atún en mi plato de comida. Imperdonable. Así que le agarré y le mordí furioso la pantorrilla derecha, con saña felina, pero el muy flipado se creyó que estaba celebrando su buena suerte dándole un apasionado abrazo. El colmo.
 Luego empezó a filosofar mirando a la taza del desayuno.Que si la fama es tan efímera como lo que tarda en hundirse una galleta maría en las dulces profundidades del Cola-Cao, que si el éxito pierde su poder con el tiempo como el zumo de naranja, que si el fracaso es un café permanente que se bebe solo...  Horror. Me fui de la cocina cuando comenzó a considerar si debía comer las magdalenas como Proust.
Es que se ha vuelto subnormal perdido, ya no hay por donde cogerlo.
Espero que la crítica lo hunda en los infiernos y vuelva a recordar que, por encima de cualquier evento que le depare el destino, ha nacido exclusivamente para darme atún por las mañanas.