martes, 11 de octubre de 2011

Mi amo escribiendo



 Me resulta simpático observar a mi bípedo preferido en el acto, para él sublime y metafísico, de teclear las chorradas que llama historias en su ordenador portátil.
 Se toca la nariz, se hace pelotillas, se rasca el pelo, se balancea como si fuera en barco, mueve los talones arriba y abajo, las rodillas de derecha a izquierda, de vez en cuando maldice nombrando extrañas deidades y levanta los ojos al cielo del salón... pero teclear, lo que se dice teclear, poco poquito y le cabrea mucho.
La verdad, mirarlo es más divertido que cazar moscones.

Yo, para cabrearlo más, me quedó observándolo a cierta distancia, con los ojos fijos, estático en pose de esfinge y con la cola ondeando sobre mi cabeza, suavemente, con pereza hipnótica. Pronto noto como se pone más nervioso, suda, se muerde los labios, mirándome de reojo o centrando la vista en la pantalla como si fuera la salida de incendios del infierno. Hasta que grita desesperado: ¡Está bien, te daré otra lata de atún! ¡ATÚN!
Entonces se levanta y le sigo a la cocina.

Me encanta que mi amo escriba.


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