martes, 27 de septiembre de 2011

Mi territorio


Con orgullo de felino, es hora de hablar del territorio que poseo, donde también dejo que habiten mi amo y su pareja.
Es un piso con excelentes vistas a una ría, por un lado, y a una carretera comarcal, por el otro. Veo a muchos animales, humanos y vegetales a ambos lados, que forman dos mundos por completo opuestos, separados por las paredes de mi territorio: mar de costa y monte forestal.
 Es evidente que no hace falta decir más para darse cuenta de que vivo en Galicia.
 Mi amo cita a Hipócrates cuando comenta que la naturaleza no necesita maestros, pero si lo vemos de una forma literaria en este lugar se ha hecho un lío juntando de una manera anárquica dos géneros bastante diferentes, como son la poesía bucólica de cabras y vacas, en una ventana, y la épica marinera, por la otra.
 Y el piso que forma mi territorio en el medio, como un mal punto y seguido. O hablando como un friqui de la cifi, como un portal interdimensional.
A mi amo lo de los mundos diferentes en cada ventana le da igual, porque no mira por ellas. Está demasiado ocupado con observar su ombligo. Como mucho se fija en las paredes, blancas y lisas, de vez en cuando adornadas con placas de relieves abstractos, que gustan a su pareja pero que a él, de gustos clásicos y renacentistas, le parecen mocos metálicos. Incluso piensa que le distraen de escribir obras gloriosas. Una excusa quizá algo rebuscada.
 A mí la decoración me importa un bledo, mientras haya sofás y algo que arañar. Aunque reconozco que mirar por el balcón que da a la carretera comarcal me gusta mucho. Soy un animal de tierra, después de todo.
 A veces, aparte de las habituales cabras, troncos y vacas, veo hasta suculentos conejos.





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